Adios al Paraiso - Calabardina
Calabardina es una pequeña aldea de pescadores situada a 9 km de Águilas, el último pueblo de Murcia antes de entrar en Almería. Es la niña bonita de muchos submarinistas por estar situada junto al Parque Regional Cabo de Cope Calnegre, a los pies de la Torre de Cope.
El nombre de este pueblo tiene su origen en la actividad pesquera de la Almadraba que desde siempre se ha realizado en este lugar.
La tranquilidad era el buque insignia de este pequeño paraíso que está a punto de desaparecer.
En La Almadraba, el centro de buceo de Calabardina, gestionado por Diego, era el lugar perfecto para aprender este deporte. Los instructores del centro son grandes profesionales que anteponen la seguridad y el aprendizaje del alumno por encima de todas las cosas.
En este parque hay vida todo el año y la visibilidad es mejor que en otros puntos archiconocidos del planeta, como Zanzíbar o Cuba.
Allí, en la Almadraba, puedes contemplar a Manolo (un mero de 40 ó 50 kg cuyo antecesor, según cuentan por ahí, fue cazado por un desaprensivo con un arpón, pero ayudado por una botella, no por sus pulmones), peces luna, morenas, pulpos, barracudas, escórporas, gusanos del infierno… Está lleno de vida.
Desgraciadamente, las autoridades locales han dado el visto bueno a la construcción de Marina Cope, un grupo de resorts con campos de golf (y eso que Murcia es una de las comunidades con más déficit de agua).
Mucho nos tememos que, con la superpoblación que acarrean estos lugares de vacaciones, la vida marina vaya a resentirse. Según Ecologistas en Acción es inminente “la pérdida de Cabo Cope como espacio protegido”. “Si no se detiene la urbanización podrá perderse”.
En este sentido, califican la urbanización en este paraje como un “asalto a una de las últimas zonas vírgenes de la costa”, ya que “sobre él planea un proyecto de construcción de miles de plazas hoteleras, viviendas y campo de golf”.
Para los lugareños no es algo malo pues así podrán tener agua corriente y luz todo el año, ya que la falta de infraestructuras no les permitía disponer de estas energías todo el año, de manera constante. Pero los que disfrutamos buceando con el Cacho Carne y con las maravillas que nos enseña bajo el agua, lo vamos a lamentar. Pocos lugares quedan en España donde uno puede bucear tranquilo y relajarse un fin de semana.
Calabardina dejará de ser esa pequeña aldea de pescadores, donde todo tiene un precio justo y cuyo turismo se basa, fundamentalmente, en los submarinistas que van a disfrutar de sus playas.
Es curioso, los submarinistas echamos la culpa a la superpoblación en tierra del mal estado de la fauna y flora submarina, y las autoridades hacen los propio con los buceadores sobre la vida marina.
Hace poco, las autoridades de Egipto denunciaron que los submarinistas que visitan el Mar Rojo ponen en peligro las 250 especies de coral que viven en esas aguas.
Karim Helal, presidente de la Asociación de Submarinismo y Deportes Acuáticos del Mar Rojo, apuntó que el nivel de concienciación de los profesionales del submarinismo es cada vez mayor. “Se está llevando a cabo una intensa campaña de concienciación y sensibilización. Damos cursos a los instructores sobre las prácticas que deben llevar a cabo bajo el agua y sobre la importancia de no tocar el coral’.
Sin embargo, no es difícil ver cómo los casi 5.000 submarinistas que un día cualquiera se sumergen en las aguas del Mar Rojo tocan y rompen fragmentos de coral, aunque sea de forma accidental.
Ashraf Bashir, director del centro de buceo Sea Dancers de la localidad costera de Dahab, en la península del Sinaí, asegura que 1,7 millones de personas cada año en el Mar Rojo “es demasiado”.
Pero en su opinión, el problema no reside tanto en el número submarinistas que visitan las costas, sino las condiciones en las que lo hacen.
“La situación es preocupante, porque no se respetan las normas lo suficiente, porque hay formas de practicar el submarinismo sin agredir el entorno”.
Puede ser, hay mucho inexperto en esta actividad, pero el cuidado de las autoridades hacia este mar brilla por su ausencia. El Mar Rojo es un ejemplo de lo que ocurrirá en pequeñas zonas de buceo protegidas por las autoridades, como Cabo Cope; la sobrepoblación en tierra conllevará un exceso de visitas submarinas a la zona, y por lo tanto, daños en los fondos.
Quienes han visitado Hurgada o Sharm El Sheik sin haber hecho un crucero de buceo se habrán dado cuenta que el Mar Rojo huele a gasolina. A las 6 de la mañana, cuando los barcos están cargando para sus salidas diarias, el puerto no huele a sal, sino a fuel. El estado de muchos de sus naves es defectuoso y se despilfarra el combustible en el agua. ¿Acaso eso no hace daño?
Es cierto que muchos submarinistas no toman conciencia de la necesidad imperiosa de bucear como mandan los libros y siendo respetuoso con el medio ambiente, pero las autoridades no hacen nada por cuidarlo, salvo imponer tasas extras a los buceadores con el fin de recaudar fondos para un supuesto mantenimiento del parque submarino. Algo que uno no ve, porque en la temporada alta hay más submarinistas que peces (dos millones de submarinistas bucean en el Mar Rojo al año).
Respecto a Calabardina, es imposible la construcción en las costas, pero sí albergar la esperanza de que el sitio permanezca intacto a pesar de su inminente mega crecimiento.

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